KAHAL-ORO - Hugo Wast
Cuando Ciro, rey de Persia, conquistó el imperio caldeo: permitió a los
israelitas que lloraban el cautiverio de Babilonia, la vuelta a Palestina.
Más no fueron muchos los que aprovecharon el permiso, y siguieron a Esdras
y Nehemías, los jefes de la nación judía restaurada. La mayoría, especialmente
los ricos e importantes, permanecieron en Asiria y Babilonia.
"Esdras se 'llevó el afrecho y dejó la flor de harina en Babel", dicen la
tradición y el Talmud. (Kíduschin, fol. 70.) Después de la guerra mundial se
restauró en Palestina, grao ¿as al apoyo inglés-declaración Balfour-la patria
israelita, que otros conquistadores habían destruido de nuevo.
Se entregó a Sión un territorio de veintitrés mil kilómetros para que lo
gobernase bajo la protección de Inglaterra y se hizo grande y costosa propaganda
invitando a los judíos de todo el mundo a volver a la tierra prometida. El
gobierno inglés la ponía en sus manos, soldados ingleses los defenderían, si a los
quinientos mil árabes, habitantes del suelo, se les ocurría discutir a los recién
llegados el derecho de ser sus señores.
De los quince o veinte millones de israelitas que viven desterrados sobre el
globo, ni cien mil acudieron al 'llamado de las dulces colinas de Judea.
Los otros siguen cantando el salmo: "que mi mano derecha se olvide de
moverse, si te olvido, ¡oh Jerusalén!; que mi lengua se pegue"... Pero no van,
porque el judío sólo puede prosperar entre los cristianos. (1)
No nos asombremos de esta contradicción. Desde los tiempos de la Biblia,
las más rudas contradicciones son frecuentes en el carácter del pueblo escogido,
que era, a la vez, según palabras de Jehovah, el pueblo pérfido hasta cuando
manifestaba el arrepentimiento: "El pérfido Judá no ha vuelto a mí de todo
corazón: lo ha hecho con falsía." (Jeremías, 3-10.).
Nadie ha perfeccionado tanto el sistema capitalista, como los banqueros
judíos, Rothschild, etc.
Y nadie lo ha condenado con más acerbidad que los economistas judíos,
Marx, etc.
El judío es conservador y es revolucionario. Conserva con tenacidad sus
instituciones, pero tiende a destruir las de los otros.
Es patriota, como ningún otro pueblo, y al mismo tiempo fácil para
abandonar la patria. Se le encuentra en todas partes, pero no es asimilado por
ninguna.
Y la razón es simple: la patria real del judío moderno, no es la vieja
Palestina; es todo el mundo, que un día u otro espera ver sometido al cetro de un
rey de la sangre de David, que será el Anticristo.
( 134 páginas - idioma: español )
Cuando Ciro, rey de Persia, conquistó el imperio caldeo: permitió a los
israelitas que lloraban el cautiverio de Babilonia, la vuelta a Palestina.
Más no fueron muchos los que aprovecharon el permiso, y siguieron a Esdras
y Nehemías, los jefes de la nación judía restaurada. La mayoría, especialmente
los ricos e importantes, permanecieron en Asiria y Babilonia.
"Esdras se 'llevó el afrecho y dejó la flor de harina en Babel", dicen la
tradición y el Talmud. (Kíduschin, fol. 70.) Después de la guerra mundial se
restauró en Palestina, grao ¿as al apoyo inglés-declaración Balfour-la patria
israelita, que otros conquistadores habían destruido de nuevo.
Se entregó a Sión un territorio de veintitrés mil kilómetros para que lo
gobernase bajo la protección de Inglaterra y se hizo grande y costosa propaganda
invitando a los judíos de todo el mundo a volver a la tierra prometida. El
gobierno inglés la ponía en sus manos, soldados ingleses los defenderían, si a los
quinientos mil árabes, habitantes del suelo, se les ocurría discutir a los recién
llegados el derecho de ser sus señores.
De los quince o veinte millones de israelitas que viven desterrados sobre el
globo, ni cien mil acudieron al 'llamado de las dulces colinas de Judea.
Los otros siguen cantando el salmo: "que mi mano derecha se olvide de
moverse, si te olvido, ¡oh Jerusalén!; que mi lengua se pegue"... Pero no van,
porque el judío sólo puede prosperar entre los cristianos. (1)
No nos asombremos de esta contradicción. Desde los tiempos de la Biblia,
las más rudas contradicciones son frecuentes en el carácter del pueblo escogido,
que era, a la vez, según palabras de Jehovah, el pueblo pérfido hasta cuando
manifestaba el arrepentimiento: "El pérfido Judá no ha vuelto a mí de todo
corazón: lo ha hecho con falsía." (Jeremías, 3-10.).
Nadie ha perfeccionado tanto el sistema capitalista, como los banqueros
judíos, Rothschild, etc.
Y nadie lo ha condenado con más acerbidad que los economistas judíos,
Marx, etc.
El judío es conservador y es revolucionario. Conserva con tenacidad sus
instituciones, pero tiende a destruir las de los otros.
Es patriota, como ningún otro pueblo, y al mismo tiempo fácil para
abandonar la patria. Se le encuentra en todas partes, pero no es asimilado por
ninguna.
Y la razón es simple: la patria real del judío moderno, no es la vieja
Palestina; es todo el mundo, que un día u otro espera ver sometido al cetro de un
rey de la sangre de David, que será el Anticristo.
( 134 páginas - idioma: español )
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